MONSEÑOR JUAN CLAUDIO SANAHUJA
16·09·1947 † 23·12·2016
Despedimos a un sacerdote valiente, un maestro seguro, un amigo leal;
un alma superior que nos deja no sólo recuerdos, sino el ejemplo de su vida,
de su obra, la incontrastable lucidez de su testimonio en defensa del honor
de la Iglesia, de la familia, del orden natural. Vigoroso centinela, ajeno a
las componendas y a los extravíos del ensimismamiento. Nada mejor para
honrar su memoria que transcribir las sentidas palabras de Mónica del Río,
fruto de una amistad engendrada por la fe y fortalecida en las trincheras.
Esta mañana y tras haber anunciado durante décadas el Evangelio de la Vida, entregó su alma a Dios el P. Juan Claudio Sanahuja.
En su trabajo empeñoso abrevaron las más de las iniciativas que se llevan adelante en el país, para la defensa y promoción de la vida humana y la familia.
Fue un luchador de la Fe que nos animó a defenderla con palabras, pero también con hechos y sin dejarnos amedrentar por las consecuencias. “Tal como están las cosas una persona que no tiene siquiera una denuncia ante el INADI debería inspirarnos desconfianza”. “¿Qué es más importante para un colegio católico, ser fiel a su identidad o evitar la demanda del profesor homosexual cesanteado?”.
Destacó reiteradamente que “la reingeniería social antinatural que intentan imponer tiene un único escollo: la religión cristiana” y describió acabadamente las nuevas formas de espiritualidad con que intentan suplantarla. Denunció sin ningún temor a los financistas del Nuevo Orden y a las mesas de consenso que marcan la agenda de la ONU.
Convirtió al boletín electrónico en una herramienta de combate. No redactaba noticias para que la gente sólo estuviera informada, advertía al desprevenido y exhortaba al militante.
Desnudó los intereses espurios de los organismos internacionales. Transmitía con generosidad las conclusiones a las que arribaba su mirada aguda tras analizar, fatigosamente, documentación profusa. Revisaba minuciosamente documentos que seguía desde su aparición como borrador inicial, hasta su publicación oficial. Forjó un estilo de trabajo que se tradujo en información veraz e incuestionable.
No especulaba con intereses mezquinos: “Acabemos con los falsos respetos humanos y llamemos a las cosas por su nombre”. Tampoco esquivaba sinsabores: “Si es así, así hay que transmitirlo, sin edulcorarlo”.
Movilizó muchas batallas que podía anticipar perdidas, destacando el valor del testimonio. “Lo único que falta es que ellos salgan del closet y nosotros aprovechemos el hueco para meter nuestras convicciones en el ropero”.
Impulsó ruedas de enlace entre las ong provida y convocó muchas veces a manifestarse frente a ámbitos legislativos.
Al estilo de los viejos maestros formaba el “olfato” de los jóvenes: “si escuchan hablar de ecologismo, de ecumenismo, de pacifismo... comiencen a sospechar”. Trataba de abrirles los ojos para que no fueran manipulados y entonces les lanzaba frases cortas y concretas: “Salud reproductiva es aborto”. “Luchar contra la homofobia es hacer apología del homosexualismo”. “No hay manera de conjugar catolicidad con diversidad”.
Cuando le presentaban las dificultades de este tiempo no dejaba de señalar que el martirio es una gracia, pero rápidamente hacía hincapié en el esfuerzo y la entrega cotidiana, como para que nadie pueda huir del compromiso. “Lo primero es rezar y lo segundo es tener una vida coherente con los principios que declamamos”. “Lo único que tenemos que intentar es ser buenos soldados de Cristo y sostener ese intento durante toda la vida”. Junto a su lecho advertimos el intento sostenido, que ya le mereció, seguramente, la recompensa del Cielo.
Nunca puso reparos en nuestra tarea, su confianza fue plena. El mensaje fue claro, lo único vedado es arriar las banderas.
Mónica del Río
Notivida, Año XVI, Nº 1031
23 de diciembre de 2016
23 de diciembre de 2016
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